El retorno a la traducción o nuevamente sobre la historia del concepto de hermenéutica
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Abstract
La palabra hermenéutica como neologismo fue introducida en el lenguaje por el filósofo Dannhauer, en el año 1654, haciendo alusión a una ciencia general de la interpretación como propedéutica para todas las ciencias. Desde allí, en el horizonte del pasado, la palabra hermenéutica fue considerada por la mitología griega como enunciación del pensamiento, traducción, mandato o adivinación. Pero en Aristóteles la hermenéutica se empieza a concebir en tanto lenguaje, como análisis de los juicios, y en cuanto teoría jurídica, como comprensión, interpretación y creación. Así el uso del término hermeneia se extendió en el Medioevo, alrededor de lo teológico y lo jurídico. En lo teológico se aplicó un texto en particular, la Biblia, desarrollándose entre dos opuestos: lo alegórico expuesto por Filón de Alejandría, Orígenes y Augusto de Dacia y lo literal expuesto por Lutero, Philipp Melanchthon y Flacius Illyricus. En lo jurídico, la hermeneia se desarrolló entre la dogmática y la exégesis, consolidándose como una disciplina profesional. Ahora bien, la contemporaneidad del término hermenéutica como una ciencia general, al estilo de Dannhauer, fue seguida por Wolff, Chladenius y Meier y desde allí en su horizonte, la hermenéutica se constituye como concepto en Schleiermacher, Boeckh, Droysen, Dilthey y el jurista Betti; todos ellos le otorgan la posibilidad de método a la comprensión para postular verdades en las ciencias del espíritu, siguiendo el modelo de las ciencias naturales. Pero ya en el siglo XX, con Heidegger y Gadamer, la hermenéutica incurre de lleno en el problema del ser, es el giro de lo epistemológico a lo filosófico pues el concepto que sustenta las ciencias del espíritu es la formación. La hermenéutica, entonces, en tanto traducción de algo extraño en algo propio, posibilita permanentemente la formación del ser